Uno de los componentes principales del desarrollo sostenible de las empresas, independientemente del tamaño o el sector en el que operen, es la gestión. Los responsables de todas las áreas y niveles deben estar bien preparados y mantener una postura abierta para identificar las mejores estrategias, garantizar procesos eficientes y entregas que superen las expectativas del cliente.
Para lograrlo, también enfrentan diariamente el desafío de estimular a sus empleados y mantenerlos comprometidos. Son los directivos quienes deben cultivar en cada empleado el sentido de pertenencia, ayudando a las personas a encontrar un propósito común que logre el equilibrio entre las expectativas de la empresa y lo que ellas anhelan en su carrera profesional.
Los líderes o directivos actúan como la columna vertebral de una organización. De allí que la supervivencia de las empresas esté directamente relacionada con la capacidad de desarrollar líderes de calidad, además de ofrecer productos y servicios de excelencia. Este es un tema medular y constante en las empresas. Según el informe realizado por Deloitte sobre las Tendencias Mundiales de Capital Humano de 2019, el 80% de los encuestados sostuvo que los líderes del siglo XXI se enfrentan a requisitos extraordinarios y sin precedentes. Estos líderes necesitan desarrollar nuevas competencias críticas, entre ellas, liderar a través del cambio, aceptar la ambigüedad e incertidumbre y comprender el nuevo universo digital y cognitivo dominado por tecnologías innovadoras.
Otra encuesta realizada por el Grupo Empreenda reveló que el 71% de las empresas manifiestan no tener suficientes líderes, en cantidad y calidad, como para garantizar una actuación estratégica en los próximos años. El estudio también muestra que las empresas creen que sus modelos de gestión son inadecuados: el 27% de las organizaciones afirman que es necesario reinventar el modelo actual y más del 70% dice que, como mínimo, necesitan hacer algún tipo de ajuste.
La gestión abierta: una luz al final del túnel
Desde la aparición de la tecnología, una de sus principales premisas ha sido la disrupción, buscar formas innovadoras y adoptar métodos diferentes, tener pensamientos originales. Su evolución también dejó al descubierto que la mejor forma de satisfacer estas necesidades era a través del trabajo conjunto y colaborativo que da lugar a un crecimiento mucho más ágil y consistente. Estas ideas son las que derivaron en el surgimiento del open source, un movimiento tecnológico de desarrollo de software open source que se basa en la colaboración y la descentralización.
Poco a poco esos conceptos fueron tomando forma y dejaron de ser una particularidad exclusiva del universo de la TI y de las comunidades de desarrollo de software open source. Invadieron el mercado y el mundo de los negocios y se extendieron más allá de las computadoras para irrumpir directamente en el quehacer cotidiano empresarial y la gestión de personal. Una comunidad formada por más de 1300 empleados, gerentes y líderes ejecutivos de diversas áreas y regiones desarrollaron en conjunto lo que se conoce como las Open Management Practices, o prácticas de gestión abierta, según su traducción literal. Estas prácticas consisten en un conjunto de características y aptitudes que se deben observar a fin de identificar y formar líderes, esclareciendo el importante rol que desempeñan en todos los niveles y fases de la empresa.
La gestión abierta gira alrededor de seis pilares que buscan empoderar a los empleados a través del ejemplo, escuchando y respondiendo a sus ideas, preguntas, modos de pensar y enfoques. En virtud de este concepto, la puerta del líder o gerente siempre permanece abierta a los demás. Aunque esté al mando, “no establece la ley”. Por el contrario, toma decisiones luego de considerar detenidamente sus propias ideas y las de otras personas. De esto se trata la gestión participativa, en la cual cada miembro del equipo asume un rol más activo en los negocios.
Cada vez que estas prácticas se emplean dentro de la empresa, surge un nuevo catalizador. Esto hace que se cree orgánicamente una cultura abierta y poderosa que se extiende a todos los sectores y procesos de la empresa.
Los conceptos de gestión abierta y colaborativa empiezan a impregnar desde las funciones más simples hasta las entregas y el contacto con el cliente. Transforman la manera de encarar el trabajo y hacer negocios y traen aparejada una serie de beneficios comprobados para la organización.
Un trípode positivo
Los buenos líderes forman equipos de empleados satisfechos, lo cual invariablemente repercute en los resultados. Como líderes abiertos, tienen el beneficio de estar siempre aprendiendo y son capaces de alentar ese mismo afán en sus empleados. Además, saben reconocer y recompensar a los miembros de sus equipos e invierten constantemente en su desarrollo personal y profesional.
Los líderes abiertos son claros al momento de explicar las funciones, la dirección y los incentivos continuos, lo cual propicia la libertad y autonomía para que cada uno se desempeñe de la mejor manera. Un líder abierto se maneja siempre con transparencia, explicando cómo se arribó a una decisión a través de feedback directo y constructivo. Por lo general, el equipo acaba inspirándose en la visión del gerente y lo sigue en forma voluntaria y leal, incluso cuando la empresa atraviesa dificultades.
La gestión abierta elimina obstáculos y, apoyada en la confianza y la creación de un entorno saludable y de respeto mutuo, es la próxima frontera en la evolución de las relaciones de trabajo. Sólo implementando prácticas de gestión abiertas podrán las empresas equilibrar inteligentemente la ecuación formada por los recursos, las personas y la facturación, abriendo espacios para la innovación y favoreciendo que la empresa se desarrolle de manera más rápida, eficaz y sostenible.
Por: Alexandre Duarte, Director Senior de Consulting and Training Services en Red Hat América Latina