Cien años de la llegada de los primeros aviones militares a México

La Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos (SMEAL), continuando con su misión de difundir la historia de la aviación local y regional, conmemora este destacado suceso.

Cuando el gobierno de Francisco I. Madero padecía las revueltas y levantamientos insurrectos, principalmente en el Norte del país, se encargó al general Victoriano Huerta, leal en aquel momento al mandatario, a que formara en Torreón, Coahuila, la llamada División del Norte, lanzando los primeros meses de 1912 una campaña contra el insurrecto Pascual Orozco, quien amenazaba avanzar con sus tropas hacia la Ciudad de México.

Con la idea de apoyar las acciones militares desde el aire, fueron trasladados a Torreón los dos primeros aviones adquiridos por el gobierno mexicano, mismos que provenientes de los Estados Unidos llegaron al país con los pilotos John Hector Worden, de origen norteamericano y Francisco Álvarez, mexicano.

Ambos aviones formaban parte de un contrato que, un año antes, hizo el gobierno mexicano con la Moisant International Aviators de Nueva York por la compra de varios aviones y el entrenamiento de pilotos, durante las exhibiciones aéreas que esta, realizó en la capital del país en febrero y noviembre de 1911. Exhibiciones a las que se invitó a volar al presidente Madero, pasando a la historia como el primer mandatario en el mundo que viajó en un aeroplano el 30 de noviembre de 1911.

Los aparatos adquiridos fueron del tipo Bleriot, diseñados en Francia, fabricados a base de madera y forrados en tela, armados, adaptados y mejorados en Estados Unidos por la Moisant. El primero de ellos estaba dotado con un motor rotativo de la marca Gnome con 60 caballos de fuerza para un solo tripulante, el otro, empleaba un motor de 100 caballos para transportar dos tripulantes.

El 1 de agosto de 1912, Hector Worden realizó las primeras pruebas de vuelo del avión monoplaza en un campo aledaño a Torreón, resultando estas todo un éxito. Al trascurrir los días y con el avance de las tropas huertistas hacia el Norte, el aparato biplaza pudo efectuar varios vuelos de observación de las tropas enemigas, siendo estas, aunque minimas, las primeras aplicaciones del avión con fines militares en México y en toda la América Latina.